ACADEMIA DE HISTORIA DE CUNDINAMARCA


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LA INFANCIA Y LA EDUCACIÓN DE DON ANTONIO NARIÑO Y ÁLVAREZ

 

Don Vicente era oriundo de la señorial ciudad de Santiago de Compostela en Galicia, al norte de España.  Vino al Nuevo Reino de Granada con el cargo de Contador  Real de las Cajas de Santa Fe.  Gracias a la posición de diplomático que le brindaba este cargo, pudo formar una inmensa y bien nutrida biblioteca que se enriquecía con los libros que  importaba sin censura alguna.  Por esto contó con obras de la antigüedad clásica, de la filosofía católica medieval, de la literatura mística española del siglo XVI,  con la producción de los filósofos  enciclopedistas del siglo XVIII, y también con libros de historia y de  ciencia escritos,  muchos de ellos, en francés.
En este rico bebedero apaciguó su sed, la vocación autodidacta de Antonio Nariño.  Porque en la biblioteca de su padre aprendió a leer y a traducir perfectamente el francés y el inglés, y estudió filosofía, literatura y ciencias.  En cambio, el nombre de Antonio Nariño no figura en ninguno de los archivos de los colegios de la ciudad como el de San Bartolomé o del Rosario, ni  se sabe que hubiera estado matriculado en alguno de los pequeños planteles santafereños..  Es posible, más bien,  que su padre le hubiera puesto un tutor que lo guiara en  casa durante sus primeros años.
Doña Catalina Álvarez del Casal era hija del abogado madrileño Don Manuel de Bernardo Álvarez, quien llegó a Caracas en ejercicio de un importante cargo oficial  y luego fue trasladado a Santa Fe.  Aquí se casó con Doña María Josefa del Casal y Freire y fueron padres de catorce hijos, entre ellos Catalina, que se casó con Don Vicente Nariño.
Doña Catalina era una mujer piadosa que formaba parte del grupo de damas santafereñas encargadas de cuidar la preciosa Ermita de Nuestra Señora de Belén situada en la carrera 3ª Número 5-95.  Esta pequeña capilla era el centro de las celebraciones  navideñas de los antiguos santafereños.  A ella concurrían los padres, madres, abuelas y abuelos, con sus catervas de chiquillos. a rezar la Novena de Aguinaldos.  Llegaban todos armados “de panderetas, chuchos y castañuelas y, acompañados con el gorjeo de los pitos y el rasgar de los tiples y bandolas de los mayores” cantando alegres villancicos.  Doña Catalina, según cuenta una tradición recogida por el historiador Don Guillermo Hernández de Alba, acudía a este religioso y festivo evento acompañada por sus ocho pequeños hijos. La formación religiosa que con costumbres como ésta inculcó Doña Catalina a Antonio, fue tan sólida como la formación intelectual que a través de su biblioteca le brindó Don Vicente a su hijo.
 Ya adulto Antonio Nariño, cuando los avatares de su vida pública lo llevaron a la cárcel y al destierro, su ánimo siempre se mantuvo en pie, sostenido por la fe religiosa que profesó desde niño.  La lectura de los enciclopedistas que hizo en la biblioteca de su padre, sin duda alguna le sirvió para comprometerlo en  la lucha revolucionaria, pero nunca para apartarlo de su fe en Dios.  Bien sabemos que en una de sus horas de mayor angustia, cuando la custodia de Santa Fe de Bogotá estaba a su cargo y la ciudad corría peligro por parte de las tropas federalistas, Antonio Nariño no dudó en poner como Jefe de las suyas a Jesús Nazareno, cuya estatua sacó en préstamo de la iglesia de San Agustín para encabezar las filas centralistas.
Hechos piadosos como éste, y realizaciones intelectuales como las tertulias y los periódicos que dirigió y los discursos y documentos políticos que produjo,  nos muestran que la educación de Don Antonio Nariño se fundamentó en la formación religiosa que recibió de su madre y en la cultura humanística y científica adquirida en la biblioteca que le brindó su padre.

        Mercedes Medina de Pacheco
Historiadora
Academia de Historia de Cundinamarca