La PolaJosé María Espinosa. Óleo sobre tela, siglo XIX - 80x60 cts. Cuadro descubierto por Alicia Hincapié Borda en 1995 como auténtico.
Bibliografía
Díaz Díaz Oswaldo, La Reconquista Española, Tomo I, Vol. VI, Ediciones Lerner, Bogotá 1964.
Hincapié Espinosa Alberto, Villa de Guaduas, Segunda edición. Publicaciones Banco de La República, Editorial Colombia Nueva, Bogotá 1968.
Monsalve J. D., Mujeres de la Independencia, Biblioteca de Historia Universal, Volumen XXXVIII, Imprenta Nacional. Bogotá 1926.
Restrepo Sáenz José María, Ortega Ricaurte Enrique, Informe: La Pola, Yace por salvar la Patria. Publicaciones del Archivo Nacional de Colombia. Volumen XIX. Prensas del Ministerio de Educación, Bogotá 1949.
Consejería Presidencial para la Política Social, Tomo I “Mujeres, historia y Política, Colección Vitral, Editorial Norma, Bogotá 1995. |
Heroína Mártir de La Independencia, nacida el 26 de enero de 1796 en Villa de Guaduas, digna representante de la mujer patriota, comprometida con la gesta de emancipación. Cumplió un papel fundamental en Santafé, durante el Régimen del Terror implantado por el llamado Pacificador Pablo Morillo. Sus actividades contribuyeron al logro de la Independencia de España: Informarse en los cuarteles sobre los próximos movimientos de las tropas realistas; reorganizar la red femenina de informantes; enviar datos oportunos a Casanare para que se organizaran las tropas patriotas y esconder patriotas recién desertados o en peligro de ser apresados. Fue fusilada en Santafé el 14 de noviembre de 1817, por orden del Virrey don Juan Sámano.
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POLICARPA SALAVARRIETA “LA POLA”
Por Alicia Hincapié Borda
Hija de Joaquín Salavarrieta Morales, de Vélez y Mariana Ríos Chamorro de Moniquirá, donde contrajeron matrimonio en 1786. Hogar de buenas costumbres, austero y cristiano y con buena comodidad económica. Sus hijos recibieron sentimientos de generosidad, respeto y tolerancia, al igual que una sólida formación religiosa, y de amor a la Patria porque su padre les contaba su participación en la Rebelión de los Comuneros de 1781.
En 1787, llegaron a Guaduas con su hija mayor Catarina, para radicarse en la población. Allí nacieron, sus siguientes seis hijos: María Clara Ignacia, José María de Los Ángeles, Eduardo, José Ignacio Ramón, Polonia (Policarpa) y José. El padre, hombre de buen talante hizo amistad con familias principales e influyentes de Guaduas y Honda, y se dedicó al negocio de transporte de correo, de mercancías y de viajeros, así como a la industria de la caña de azúcar, del tabaco y el aguardiente. Negocios que le generan ingresos suficientes para vivir holgadamente.
En 1798 la familia viaja a Santafé, en busca de nuevos horizontes, para sus hijos y para afianzar sus negocios. Desde su casa del barrio de Santa Bárbara, don Joaquín, emprende su lucrativa empresa de transporte que va en desarrollo. Allí nacen sus dos últimos hijos: Francisco Antonio y Vicente Bibiano María. En 1802 una peste de viruela acabó con la vida de los esposos Salavarrieta Ríos y dos de sus hijos. En el testamento de don José Joaquín, figuran como herederos por iguales partes: Catarina, José María de Los Ángeles, Polonia (Policarpa), Ramón, José, Antonio y Bibiano. Los hermanos continúan por un tiempo en Santafé; Policarpa de 8 años, ayuda a su hermana en los menesteres de la casa, colabora en el cuidado de los menores y adquiere una madurez de persona mayor.
Con autorización de Catarina y su esposo Domingo García, Policarpa pasa temporadas con la familia Herrán de Zaldúa. Allí se educa al lado de los hijos del matrimonio y adquiere conocimientos de cultura general, lectura, escritura, labores de costura, y escucha ideas libertarias. Como costurera se desempeña en casa de los O´Donell de Pombo, donde la aprecian por sus cualidades morales y sus sentimientos de piedad. Allí solía expresar sus sentimientos en contra de los españoles y doña Beatriz le advertía cariñosamente: “Cállate Gregoria, (como también era conocida) que con mis paisanos puede costarte muy caro tu entusiasmo.”
En Guaduas, varios acontecimientos reforzaron sus ideas de emancipación y esperanza de libertad: el Grito de Independencia del 20 de julio de 1810; la presencia del Virrey Amar y Borbón con su esposa y familiares, cuando iban de huida hacia España; el paso del ejército patriota en 1815, comandado por el general Simón Bolívar y en 1816, el paso del Ejército español, al mando del Pacificado Pablo Morillo, con destino a Santafé, para iniciar la reconquista de la Nueva Granada bajo el Régimen del Terror.
En Guaduas como costurera de la familia de don Joseph de Acosta y Gaine, fue apreciada por doña Soledad y sus hijos partidarios de la independencia; pero no por doña Ana María hija y hermana, quien siempre como su padre, “hizo gala de su adhesión a los reyes de España”. Policarpa realizaba en su casa tertulias musicales, pero fue perseguida por las autoridades españolas, por recibir partidarios de la emancipación, como el coronel patriota Ignacio Rodríguez “El Mosca”; José Antonio Olaya, de las guerrillas de La Mesa de Juan Díaz y los hermanos Vicente y Ambrosio Almeida, con quienes tendría mayor contacto en Santafé.
En enero o febrero de 1817 viaja a Santafé en compañía de su hermano Bibiano y con carta de recomendación de Ambrosio Almeida e Ignacio Rodríguez para Doña Andrea Ricaurte, quien los acoge en su hogar. Poco conocida por esas épocas en la capital, inicia con disimulo las tareas que estaban a cargo de las damas de Santafé y que habían suspendido en 1816, luego del fusilamiento de sus esposos, la pérdida de sus bienes y el destierro que sufrieron a diferentes poblaciones.
La Pola, como empezó a ser conocida en ese medio, reorganizó la red de informantes y auxiliadoras y el sistema de entrega de datos; escondió patriotas perseguidos, mientras pasaba el peligro, y conquistó soldados criollos de las filas realistas, para que desertaran hacia Casanare, donde se conformaba el Ejército patriota al mando de Simón Bolívar y Francisco de Paula Santander. En septiembre u octubre de 1817, algunos civiles y soldados patriotas que habían desertado, fueron tomados presos en Gachalá con documentos firmados por La Pola, entre quines se encontraba Alejo Sabaraín. Fueron devueltos a Santafé y puestos presos en el cuartel realista del Colegio Mayor de San Bartolomé.
El Sargento español Ignacio Iglesias, inició pesquisas en busca de la tal Pola y se enteró en dónde vivía. Esa misma noche, acompañado por su tropa, ingresó a la fuerza a la casa de doña Andrea e inició una requisa. La dueña de casa lo distrajo, para echar al fuego los papeles que la Pola guardaba. Al no encontrar pruebas, quiso llevarse a las dos mujeres, pero como doña Andrea tenía un niño de brazos la dejó y se llevó a La Pola con su hermano Bibiano, quien regresó a los tres días, después de haber sido azotado por no delatar a su hermana.
La Pola fue puesta presa en una de las celdas del colegio Mayor del Rosario. El 10 de noviembre se le inició junto con sus compañeros un rápido consejo de guerra, por orden del virrey don Juan Sámano. Durante el proceso, la Pola con fortaleza sin límites no se dejó amilanar y por muchos esfuerzos que hicieron sus jueces, consecuente con sus creencias y valores no delató a nadie. Fueron condenados a muerte en el cadalso por traición, para ser fusilados por la espalda. Ella escuchó con valor la sentencia y como buena cristiana se preparó para morir. El 13 entró en Capilla y el 14 de noviembre de 1817salió del colegio Mayor del Rosario con la frente en alto. A las 9 de la mañana subió al cadalso situado en la Plaza Mayor de Santafé, frente a la Casa de la Real Audiencia. La Pola no aceptó sentarse a horcajadas, ni de espaldas en el banquillo, por considerar indecente para una mujer tal posición.
Antes de su ejecución arengó a los presentes, patriotas que la conocían y amaban y otros, que todavía no se habían decidido por la emancipación. Estas últimas palabras se recuerdan siempre que se habla de su fusilamiento: ¡Pueblo indolente! ¡Cuan diversa sería hoy vuestra suerte si conocieseis el precio de la libertad! Pero no es tarde. ¡Ved que aunque mujer y joven, me sobra valor para morir la muerte y mil muertes mas, no olvidéis este ejemplo! ... ¡Miserable pueblo! ¡Algún día tendréis más dignidad! Su cuerpo fue reclamado por sus hermanos frailes y llevado a la Iglesia de San Agustín.
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