HORACIO RODRÍGUEZ PLATA "Un Hombre para la Historia"
La obra de Rodríguez Plata siempre será un faro vigilante y permanente en los anales de la Historiografía nacional; nosotros, los aficionados al noble arte reconocemos su soberanía investigadora y esa zona serena del tiempo donde solo se aquilatan las virtudes y se estiman los servicios prestados a la patria; lo cual no es poco decir en estas épocas de olvido, vértigo de caprichos infundados por el acontecer olvidadizo e irresponsable de reformistas expertos en desaparecer sucesos, que fueron base de nuestra civilidad .Todo esto demuestra la vigorosa personalidad de don Horacio y la calidad insigne de su portentosa obra, con apreciaciones certeras y relevantes, ceñidas al más estricto rigor documental.
Estudio, disciplina y meditación, fueron en su orden factores determinantes en el trayecto vital de este gran santandereano, nacido un 19 de marzo de 1915 en la procera Villa Noble y Leal del Socorro, fallecido en Bogotá el 27 de agosto de 1987; hijo de don José María Rodríguez Gutiérrez de Piñeres y
doña María Plata Gómez, por sus venas corría la sangre patriota de mártires momposinos y socorranos. Muy pronto el pasado indómito de la noble comarca, con sus calles empedradas, balcones coloniales enmarcados en aires emancipadores y liberales, influirían en su vena de Historiador y en su recia personalidad; después de cursar los primeros años en su terruño natal pasó a Bucaramanga y, de allí, a los claustros del colegio de San Bartolomé y Ramírez de Bogotá; graduado en Derecho de la Universidad Libre de la capital, inició su carrera como juez en Barrancabermeja, director de Educación Pública, Secretario de Hacienda ,Gobierno y Gobernador de su departamento; cumplido este periplo de servicio a la comunidad, se retiró a cultivar su verdadera pasión: la cátedra universitaria y la exploración Histórica integral.
Rigor investigativo, ascenso gradual en la escala jerárquica sobre la Historia de la Nueva Granada, mediante un proceso concienzudo y armonioso, con una inteligencia que abarcaba cada vez mayores hallazgos dentro de los complejos vericuetos de los aconteceres pretéritos, desde la conquista, pasando por la colonia, independencia y fundación de la república, fueron en su orden factores determinantes en el esquema ordenado del maestro Rodríguez Plata. Desde el punto de vista del temperamento, la misma efusión lírica de sus primeros años, claridad y profundidad de análisis de sus libros, un estilo serio de madurez reflexiva y conceptual que sabía sofocar los sucesos con nítida exuberancia de sensibilidad investigadora. Vida de Historiador, combinada con la del folclorista y abogado; ejemplar como ninguna en lo que hace referencia al cultivo de una vocación titánica a la que amó, tanto el hombre como el Historiógrafo; que permanecieron inflexiblemente fieles, hasta el momento de doblar la página vital para entregar su obra a la posteridad, enalteciendo su raza y la noble tradición de sus ancestros.
En fin: armonía de vida y pensamiento; metódica conquista de los quehaceres en el estudio serio y, fina interpretación documentalista; arte para saber defender sus preceptos y sus ideales con inagotable sabiduría. Una trayectoria ejemplar en este trópico que tiene la tendencia de anarquizar todo, que suele a menudo adoptar fórmulas de brillante improvisación, donde los triunfos de la disciplina personal son los más raros y, paradójicamente, los más admirables.
Desde sus primeros años en El Socorro, don Horacio Rodríguez Plata empezó a descollar por ese aire de gravedad reflexiva que aspiraba para ejercer un no disimulado magisterio espiritual, ligado a unas claras ideas liberales; gestas guerreras de ilustres antepasados como doña Antonia Santos Plata, José María Plata y Soto, Isidro Plata Obregón y Manuel Plata Azuero por nombrar solo algunos. Ese mismo apostolado, noble y generoso, le permitió a través de su fecunda existencia, dejar para generaciones futuras obras tan importantes como “Santander en el Exilio”, ”Antonia Santos”, ”La Antigua Provincia del Socorro y la Independencia”, “Andrés María Rosillo y Moruelo”, “José María Obando, Íntimo”, ”Biografía de Manuel Plata Azuero” ,”los Comuneros” ,”Aspectos del Radicalismo en Colombia” y un sinnúmero de publicaciones de gran relieve en el acontecer regional y nacional.
Profetas de sus hazañas y miserias, cabalgan por su pluma Galán, Isidro Molina, Lorenzo Alcantuz ,Manuel Ortíz y Berbeo; marchan con su espíritu libertario al lado de Manuela Beltrán y Antonia Santos, valerosos comuneros, pilares fundamentales en los posteriores sucesos de nuestra nación. La búsqueda permanente en los aires del torbellino y la guabina de su terruño santandereano lo llevaron en alas de “Las Hormigas Colonas en la Historia y el Folclore” hasta encontrar la leyenda y el origen de aquel tiple que canta coronado de azahares, con los sonidos de la inspiración; dulce embriaguez de nostalgia, pájaros multicolores que vuelan en coplas montañeras, mezcladas con la labranza; amor de un requinto quejumbroso, rasgado por manos laboriosas con olor a tierra.
Cuando revisamos su obra “Santander en el Exilio” vemos como la posteridad, que está ligada a la memoria de los grandes hombres , se cruza de manera inclemente con el olvido que suele pasar cuentas de ingratitud e indiferencia en las gestas guerreras y libertarias; ese es el caso de Francisco de Paula Santander, blanco del fuego cruzado de enemigos de su obra procera y administrativa, basados en dicterios que terminaron por enfrentarlo con Bolívar, astro indiscutible de la libertad; documentos aportados por don Horacio, desvanecen las apreciaciones de sus malquerientes y, demuestran con nuevas fuentes documentales su indiscutible valor probatorio en honor a la verdad histórica.
El estudio que hace Rodríguez Plata sobre la vida y obra del Hombre de las Leyes ,ilustra cómo sin el concurso de su vibrante y fecunda personalidad, el genio venezolano no sería el Libertador de cinco repúblicas; de allí la importancia documental y profunda que don Horacio aportó con certero y riguroso estudio, en el tránsito y fruto del gran cucuteño.
Desde los albores de la independencia, rencillas políticas y ansias desbordadas por el poder, enfrentaron a nuestros dos máximos héroes; improcedente paralelo frente al destello del astro máximo de la independencia Americana, en donde apenas asoma una tenue luz de otros próceres de nuestras latitudes como Washington, O´Higgins, San Martín, Miranda. La obra de Rodríguez Plata nos sitúa en un verdadero contexto fiel y riguroso en la Historiografía del Hombre de Las Leyes y su teatro de acción. El epistolario organizado y minucioso que Santander dejó para la posteridad, catalogado años más tarde por mi tío abuelo Roberto Suárez Lacroix se cruza indefectiblemente con el exilio del héroe en Europa, complementado con registros inéditos que desempolvó Rodríguez Plata, cuyo resultado nos condujo a su gran obra sobre Santander. En un análisis desapasionado demuestra que el Hombre de las Leyes y Bolívar fueron el complemento en donde se liaron el guerrero y el celoso administrador cuya cúspide fue la independencia de cinco naciones. Ellos, para fortuna nuestra eran una alianza inevitable y afortunada dentro de la gesta emancipadora. Fuerza de trabajo providencial e incomparable en los anales de la Historia americana; bello poema épico con hondos dolores y catinados heroísmos humanos.
Bolívar no solo era el “Hombre de las dificultades”, era el ímpetu aguerrido por excelencia, la independencia y la visión futura de América; Santander era la fuerza conductora, el orden y el muro incontenible de la civilidad, fundador de la república. Ambos en lo más alto del honor histórico de la empresa libertadora, sin más armas que la espada de la autonomía; los dos, alinderaron con flechas de oro el vasto territorio de cinco naciones; dardos certeros que se clavaron en el corazón de un ejército aterrorizado, mientras nuevos vientos coronaban las montañas y los mares de los vastos territorios, que nos separaban para siempre del imperio español.
Horacio Rodríguez Plata, como aquél dibujante magistral, no estudió nuestra Historia en fríos textos; su admiración y entusiasmo por la noble tarea en donde retrataba con emocionado rigor el perfil de sus personajes, que más allá de los meros rasgos físicos y de los hechos, adivinaba el fondo de las almas y los temperamentos; era el encanto de la honrosa misión respaldada por el entorno espiritual de un varón representativo de su tierra natal, que tantas obras había entregado y que hoy enriquecen el acervo histórico de Colombia. Sus visiones enmarcadas en trozos extensos de la vida republicana, gracias a su pluma autorizada, en el arte de las evocaciones y el respaldo documental, conservan la frescura palpitante de la realidad.
Bailarinas acompasadas y alineadas dentro del contexto real ,empezaron a danzar bajo su batuta sobre añejos papeles amarillentos ;habían dormido por décadas en polvorientos anaqueles que, por fortuna, encontraron la pluma mágica para ordenarlos y, colocarlos ante nuestros ojos sin disfraces ni oropeles; semilla espléndida y fructífera, abonada en inmensas lecturas con un singular don de observación e interpretación, hicieron de él un verdadero protagonista de la Historia.
De esas páginas que don Horacio deslizaba suavemente, van apareciendo los fantasmas del pasado sin el menor artificio, sin sombra de retórica; arte perfecto en la mano del catedrático que muestra ante nosotros, el respaldo Histórico y documental con una sensibilidad exquisita, de intensos recuerdos alineados con sorprendente sentido crítico. Todo esto nos define cuál era la verdadera esencia de su personalidad: educación en todas las formas; la Historia, no como erudición sino como interpretación de hombres y épocas; el culto a los aires de su tierra, a sus héroes, a la verdad Histórica respaldada en documentos fieles al acontecer del momento.
Por eso nada en su prolífica obra es vago ni indeciso. Sus escritos son un monumento a la franqueza que no excluyen su arraigada convicción de un pensamiento amplio, liberal y democrático. Precisamente de esa certeza nacía su admiración por Santander. Rodríguez Plata perteneció a esa cofradía de “Nobles Granadinos” al lado de figuras tan descollantes como Joaquín Tamayo, Tomás Rueda Vargas, Eduardo Santos, Ernesto Restrepo Tirado, José Joaquín Ortiz, Roberto Cortázar, Otero D´costa, Arrázola, Miramón, Jaramillo Uribe,Piñeros Corpas y, otros que engrandecieron las páginas de la historiografía nacional, con escritos y enseñanzas perdurables en los años, con inmarchitable encanto para aquellos que somos aficionados a los relatos de Tácito, en la antigua Roma, cuya dignidad después de los siglos, todavía se pasea por las Tullerías y asiste, estupefacto, a muchos episodios de la revolución francesa.
Hoy a los 101 Años de su nacimiento, es más vigente su legado, el cual ha entrado en esa zona serena del tiempo donde se destacan las virtudes, se estiman los servicios prestados a la nación colombiana y a la Historia Americana.
Miembro de número de la Academia Colombiana de Historia, fundador de Sociedad Académica Santanderista de Colombia ,Academia de Historia de Cundinamarca ,Academia de Historia de Santander y otras que se me escapan en este corto vuelo, su nombre ha sido purificado con el crisol del tiempo y admitido por la crítica hasta no dejar sino el perfil glorioso de su personalidad, que vive ya en el agradecimiento de sus coterráneos y en las memorias de nuestro pueblo.
Su imagen preside apacible la vida de su villa natal, y mira el desfile de generaciones, fugaces e iluminadas en campos de claridad, como las aguas del río Fonce donde se desmayan alegres festones; allí, la brisa renovadora danza como esas guabinas santandereanas que, suelen evocar el ambiente de tiempos idos, emociones de una raza; cascadas y fuentes, mezcladas con la voz de la fábula, el sordo arrullo de los amores perdidos y el eco de las antiguas tonadas, que el viento recoge al circular por entre los trapiches.
Sus disertaciones en el folclore santandereano son un tratado de entrañable musicalidad, recuerdos y viejas romanzas campesinas que riman constantemente con algunos estados de nuestro ánimo ;estilo firme y castizo, que al adoptar el tono de las raíces profundas, y al descender a la expresión popular y a los dialectos regionales, lo hace con tan sublime dignidad que nos recuerda las letras inmortales del maestro José Alejandro Morales ,soplo de la inspiración ,evocador de una época y fina emoción de una estirpe.
Todo fue en Horacio Rodríguez Plata emoción intensa y luminosa; disciplina estética, débilmente evocadas por mis palabras con estas remembranzas discretas y fugaces; un varón que pagó tributo a su tierra comunera, que honró su noble profesión de Historiador, a lo largo de su fecunda trayectoria terrena.
Porque esta es la eternidad de la Historia y el milagro de saberla interpretar con palabras hondas y profundas, cuyo eco todavía oímos resonar en los claustros y en las academias de Historia, que el maestro iluminó tantas veces con su inteligencia.
Entregamos, pues, Hojas de imperecedero laurel, que ofrecen fondos de mágica diafanidad a la presencia del recuerdo y de la Historia; la pluma fecunda del doctor Horacio Rodríguez Plata, continúa danzando en la oda patriótica ,la crónica y la leyenda.
José Asunción Suárez Niño
Academia de Historia de Cundinamarca
Sociedad Académica Santanderista de Colombia
Academia Colombiana de Genealogía.