ACADEMIA DE HISTORIA DE CUNDINAMARCA
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Mes de febrero

''Semejante suceso (leemos en un documento oficial) difundió el llanto, la consternación y el dolor en los habitantes de Santafé. Estos creían su suerte en manos del enemigo, cuyas intenciones se sabía eran las más sanguinarias, y el abatimiento, la tibieza y la cobardía se apoderaron de los ánimos de la mayor parte de las personas del pueblo aún de muchas de las tropas, en términos de mirar como imposible la victoria, sin que ni las persuasiones de algunos hombres de valor, que sabían muy bien la variedad de los sucesos de la guerra, ni el interés por sus propias vidas, ni la superioridad de nuestras fuerzas, que en nada se habían disminuido, fuesen bastante para sacarlas de la apatía y desaliento en que habían caído. Tanto el soldado como el paisano abandonan el puesto que se les había encomendado, dejándolo á la merced del enemigo; ni el uno ni el otro oyen las órdenes de los Jefes; los campamentos se vieron aquella noche desamparados, por decirlo así, pues apenas los custodiaban algunos soldados y oficiales en la ciudad se advertía el más profundo silencio, y á esa alarma y bullicio continuo en que había estado los días anteriores, habían sucedido la calma y el sosiego y sus habitantes parece que temían hasta el respirar, y que sólo deseaban esconderse en el seno de la tierra para poder allí desahogar el dolor y sentimientos que el miedo los hacía reprimir.''
En tan angustiosas circunstancias vino el patriotismo del clero y el de Nariño á sobreponerse al susto general de los cándidos santafereños, los cuales jamás habían presenciado una guerra ni habían olido el humo de la pólvora, sino durante las fiestas religiosas y las civiles en los últimos años.
El clero apeló á la religiosidad de la población asegurándole que si ponían fe en Dios se verían con seguridad libres de peligros.
"Se empezaron las rogativas en las iglesias, dice el señor Groot, con gran concurso de gente. Se hacían exhortaciones á la penitencia para que se lograse el triunfo de la causa en que estaba interesada la religión, de la cual se quiso hacer enemigo al Congreso, no obstante haberse instalado haciendo solemne profesión de la fe católica y bajo los auspicios de María Santísima, y en lo cual había procedido con la misma política de Nariño; pero algunas providencias imprudentes que después escandalizaron y dieron qué decir, proporcionaron á sus enemigos a ocasión para desacreditarlo en este sentido, haciendo creer á las gentes religiosas que iba á destruir la religión, lo que estaba muy lejos de aquellos hombres por más que la moda filosófica los dominara."
Nariño se aprovechó de esto: nombró Generalísimo de las tropas de Cundinamarca nada menos que á Jesús Nazareno, y sacaron la imagen de San Agustín adornada con la escarapela del Gobierno de Cundinamarca se repartieron divisas con el nombre de JHS á cuantos llevaban armas; Nariño llevó al campamento de San Diego á dos de sus hijas con divisas militares, y una de ellas, para manifestar su denuedo, aplicó el botafuego al cañón.
Pero fuera de estas cosas que hacía para relevar el espíritu público, envió por vías extraviadas un cuerpo de doscientos hombres á mando de un francés, Coronel de ingenieros, Antonio Bailly, á sorprender al destacamento enemigo que había en Usaquén, y al mismo tiempo suplantó ó fingió una carta de Baraya para Girardot (que estaba en Monserrate) mandándole que permaneciera en aquel sitio, sin moverse hasta nueva orden.
Ambos estratagemas produjeron excelente efecto; Bailly derrotó é hizo prisioneros á casi todos los que se hallaban en Usaquén y además se presentó en el campamento de San Diego al siguiente día llevando en carros los pertrechos y las armas, junto con los cautivos que había hecho al enemigo, sin que por su lado hubiese tenido ninguna baja.
Este pequeño triunfo quitó todo temor á los santafereños, los cuales victoriaron á los vencedores como si hubiesen sido unos héroes, y no hubo quien no se presentase de nuevo en los campamentos á pedir un puesto entre los defensores. Los hombres tomaban las armas con entusiasmo, las mujeres de todas las categorías sociales los visitaban llevándoles alimentos, ropas y sobre todo voces de aliento.
Nariño no temía que Girardot bajase de Monserrate y sorprendiese la ciudad por el Oriente, puesto que no había duda que obedecería á la supuesta orden de su Jefe; así fue que concentró sus pocas fuerzas en San Victorino y San Diego.
Estando en esta expectativa supieron que el enemigo se movía y que una parte estaba en Fontibón, y el día 9 de Enero (de 1813) los campamentos de San Victorino y San Diego estaban con el arma al hombro desde las cuatro de la mañana esperando el ataque.
Baraya tenía bajo su mando más de tres mil hombres bien armados, en gran parte con las armas que habían arrebatado al Estado de Cundinamarca, mientras que Nariño no tenía armas sino para poco más de mil hombres. Cuando clareó el día el enemigo se hallaba ya en la Estanzuela, Huerta de Jaime y puente de San Victorino. A las cinco y media de la mañana se rompe el fuego por una y otra parte.
"El enemigo (leemos en el documento antes citado) atrincherado con las paredes de las casas y solares, que desde el principio se habían apoderado y favorecido por la multitud, pelea con ventajas excesivas (los nariñistas que estaban en aquellos puntos no pasaban de 330 combatientes). Sólo el increíble valor de nuestras tropas que despreciando muchas balas que aquél les enviaba presenta a éllas el pecho en campo raso sin buscar trinchera que los defienda y atendiendo no á su propia conservación sino á librar á sus hermanos conciudadanos de los espantosos males que se les preparaban, puede sostenerse una acción tan desigual. Dos veces aquel numeroso ejército es rechazado por nuestros pocos combatientes y otras tantas avanza de nuevo; pero siempre halla una vigorosa resistencia y el que intrépido pretende contrarrestarla encuentra en la muerte el justo castigo de su osadía.
....."Desde el Presidente del Estado que sufrió en el campo de batalla con sus tiernas hijas el sitio y el ataque, hasta el ínfimo recluta, todos llenaron sus misiones con la última perfección: los Jefes comunicando las órdenes más oportunas y obrando en muchos casos por sí mismos y los subalternos ejecutándolas con la mayor puntualidad y acierto. Es verdad que la mayor parte de nuestras tropas, como se ha dicho, no entró en acción..... pero se mantuvieron firmes, defendiendo los puestos que se les había confiado, dando con esto una prueba de su valor no menos heroico que el de los que batieron al enemigo..... En el momento en que las tropas de la Unión comienzan su vergonzosa fuga, el clarín toca á degüello, y los nuestros, con la velocidad del rayo, se arrojan sobre ellas, las acaban de destrozar y de poner en confusión y desorden, se apoderan de una considerable parte de su artillería, de sus municiones y de más pertrechos, hacen rendirse al que aún resiste, cogen multitud de prisioneros y proclaman la victoria..... El bello sexo no quiso quedar sin parte en esta gloriosa batalla; las valerosas cundinamarquesas, que en nuestra transformación política dieron tantas pruebas de patriotismo y de amor á la libertad, no se distinguieron menos en esta ocasión: ellas, despreciando la muerte y olvidándose de su natural delicadeza, son las primeras que con espíritu verdaderamente varonil, se apoderan de algunos cajones de pertrechos que el enemigo tenía hacia la Estanzuela; los conducen en hombros hasta nuestro campamento, toman un pedrero y lo traen del mismo modo hasta el Cuartel de Milicias, situado en la Plaza Mayor, despojan de las armas á varios de los soldados y poniéndoles cuchillos al pecho, los obligan á rendirse y darse prisioneros y hacen, en fin, otras varias acciones dignas de eterna memoria, abatiendo así el orgullo y la soberbia con que pocos días antes las tropas enemigas habían tratado á las nuestras en el punto de Monserrate."
 Tan seguros estaban los congresistas del triunfo, que éstos así como los hombres más importantes del Gobierno llamado de La Unión, iban sin recelo entre las tropas y algunos se habían quedado en Fontibón. Allí los cundinamarqueses hicieron prisioneros al Gobernador don Juan Nepomuceno Niño y á varios Diputados que se habían quedado atrás aguardando la hora de entrar victoriosos á Santafé.
En el combate cayeron prisioneros los futuros Generales Santander y Rafael Urdaneta y otra multitud de Oficiales, la mayor parte de los cuales fueron después grandes patriotas que dieron su sangre por la Independencia, y que habían hecho, sus primeras armas en esa guerra civil, la cual engendró miles más que desde entonces han despedazado el seno de la patria. Así combatían en las entrañas de su madre antes de nacer, Rómulo y Remo, los fundadores de Roma”.
 Con estas expresiones cierra su relato doña Soledad Acosta. Vendrían luego acontecimientos cargados de gran simbolismo como la siembra del árbol de la Libertad, la proclamación del Acta de Independencia, la juramentación de los nuevos símbolos patrios, la investidura de Nariño como Teniente Coronel de los Ejércitos y su liderazgo y desempeño al frente de la Campaña al sur.
De esta manera iniciamos nuestro año académico invitando a todos ustedes a participar, de la mejor manera posible, en la gran y extendida jornada de memoria histórica que hoy inauguramos, llamada a contribuir en gran medida a avivar el sentimiento de cundinamarquesidad. El repaso de estos hechos ha de coadyuvar a infundir en la comunidad departamental el interés por nuestro glorioso pasado cargado de enseñanzas.
La Academia de Historia de Cundinamarca, con el entusiasta concurso de sus integrantes, se propone adelantar un ciclo de conferencias que nos permitirán contribuir a resaltar este interesante pasado del Departamento y a su vez hacerlo con otros aspectos y personajes de su vida republicana.
Señores académicos, que el año del Bicentenario de la Independencia de Cundinamarca sirva para renovar nuestro compromiso de trabajar incondicionalmente por la historia del departamento y enseñar que con Antonio Nariño se dio el triunfo de las ideas.
Muchas Gracias,

J. David Rubio Rodríguez